miércoles, 5 de septiembre de 2012

Lolitas




Si bien fue la obra maestra de Nabokov (y consiguientemente la de Kubrick) la encarnación definitiva del mito de la “lolita”, éste había ya dado mucha guerra desde las novelas libertinas del siglo XVIII –tan deliciosamente veintiuneras, por cierto. La Confession d’une jeune fille de Pidansart de Mairobert (qué pedazo de nombre) por ejemplo, nos presenta ya una de esas jovencitas fogosas e incorregiblemente curiosas (la pequeña Safo dotada de un “clítoris diabólico”, aunque suena mejor “clítoris diabolique”) que abundarían en la literatura erótica del XIX hasta culminar con las inenarrables fantasías de Pierre Louys (que hoy en día, en nuestros tiempos de progresía, serían sin lugar a dudas censuradas como abiertamente pedófilas), cuyas Tres hijas de su madre y Manual de civilidad para uso de niñitas todo ventiunero debería leer con veneración.

Tras triunfar como consorte de la mujer fatal (pronto, pronto habrá algo sobre las fatales) en la “fin de siècle” (época veintiunera por excelencia), la lolita va haciéndose un hueco cada vez más claro en la literatura general y pornográfica. Nabokov consigue fusionar todos los motivos, creando un auténtico mito moderno, mezcla de consumismo, cretinismo y perversidad que va a arrasar con todo, desde el cine hasta la moda, pese a la creciente represión legislativa (Dolores tiene 12 añitos en la novela...).



En cine citemos aparte de la mítica adaptación de Stanley Kubrick (la cual cumple ahora mismito 50 años!) y el interesante remake de Lyne el melodramático Almas perdidas de Dino Risi con la cándida Anicée Alvina, ya un poco mayorcita (imperativos legales habituales del 7º arte en lo que atañe al candente tópico de la lolita), o el Padre Putativo de Alberto Lattuada (la lolita es aquí una joven retrasada, la sexísima Teresa Ann Savoy). De hecho el subgénero lolitesco arrasó, cinematográficamente hablando, en el cine italiano de destape. La lolita se presta ahí a múltiples combinaciones, empezando por el inevitable incesto de los Placeres Prohibidos de Salvatore Samperi.En otras filmografías saludemos a nuestro queridísimo Gainsbourg con su Stan the Flasher, donde da rienda suelta a su humberthumbertismo proverbial.

Siguiendo con “les lolitas” gabachas señalemos La petite sirène de Roger Andrieux, donde Philippe Léotard termina cepillándose a la hermana menor de su novia o el suculento La chica de 15 años de Jacques Doillon donde un ibizenco idilio termina con la pequeña Judith Godrèche cepillándose al viejo de su amiguito. En plan cachondeo, el inevitable profe de Letras es perseguido por la histérica hija de su mejor amigo en La petite allumeuse (la pequeña calientapollas) de Danièle Dubroux.Nelly Kaplan se monta un buen rollete entre profe y alumna en Nea. Versión trashy o basuril de Nabokov es Babyface de Jack Blum, con la treceañera Elisabeth Rosen cargándose a su vieja con la ayuda del amante común. Abiertamente electril (por lo del complejo, pero tambien por lo eléctrico) es Caído del cielo de nuestro querido colgado Dennis Hopper, escándalo en Cannes (1980) que flirtea con el ethos punki. Por ende, no podemos olvidar a Buñuel con su pequeña joya infravalorada, La joven. Carlos Saura también se apuntó al tema con Elisa, vida mía, drama cerebral entre Geraldine Chaplin y Fernando Rey.

En las letras hispánicas la mejor lolita es sin duda la protagonista de Luna Caliente del olvidado Mempo Giardinelli (1983), precediendo de mucho la Rosana de La flaqueza del bolchevique (y su jugosa encarnación fílmica).Para los veintiuneros más viciosillos (que los hay) acaba de salir el Magnus Opus sobre el tema, desgraciadamente aún no hay traducción española. Se trata de Petites madones perverses et lolitas de Sebastien Hubier (EUD, 2007. No os damos más ideas que para encontrar lolitas por la web os bastáis y sobráis vosotros solitos...

2 comentarios:

Jakobo dijo...

Me quito el sombrero por el artículo. Me has dado otra razón para estudiar francés y, además, el nombre del próximo libro que me voy a leer: Manual de civilidad (o el de Tres hijas de su madre, todavía no lo tengo claro).
Ya hablamos

Jakobo dijo...

Me quito es sombrero por el artículo. Además de darme otra razón para aprender francés, también me has dado el nombre del próximo libro que me voy a leer: Manual de civilidad (o el de Tres hujas de su madre, todavía no lo tengo claro).
He echado en falta alguna referencia a Justine de Sade, que viene a ser como la antítesis de estas Lolitas. La una era una virtuosa en es sentido beato que se transformaba por las situaciones que vivía, y las otras venían así de frescas de serie.
Hablamos!